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jigaiforthelady

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oh brother


-El agua turbia es el mejor decorado que encontraste para hablar de papá, ¿verdad?
Laura se aparta de su lado para dirigirse hacia el banco, junto a la mimosa. Juan la sigue, no va a permitir que evada la pregunta, no esta vez.
-Odio los estanques- dice él.
Eligió ese lugar pensando en ella, encerrada siempre en paisajes japoneses que sugieren tanquilidad. Ella pintaba , quizas en un intento de reinventar su irritabilidad, lugares como aquél y debería sentirse cómoda, debería ser más fácil así; pero los hermanos mayores actúan con una autoridad impostada que consideran propia. Incluso les incentivan diciéndoles que poseen carácter.
Laura siempre estuvo a la defensiva, pero ella cree que tiene carácter. Eso, al menos, piensa Juan.
Laura enciende un cigarro porque está tensa, no acierta con el fuego y se enfurece. Juan sabe que si saca su mechero y le ofrece la llama, la discusión será peor. Espera a que de unas caladas y comience a hablar.
-Cuando éramos pequeños te gustaban. -afirmó
Le dijo que no, que la quietud de los lagos le asustaba. Que el silencio parecía augurar desastres, mejor eran las olas, movimiento. Recordaba los mosquitos bailando sobre la superficie del agua y bajo el sol hirviente, y parecía la muerte.
-La muerte- repitió Laura.
-Si. Pero me cogías de la mano para que me metiera a bañar y dejaba de tener miedo.
Juan consigue que Laura esboce una sonrisa, aunque dura. Está a punto de llorar, tira el cigarro y Juan la aprieta contra sí con fuerza. Sigue oliendo igual que de niña. Les caen mimosas sobre los hombros y el pelo, flores amarillas contrastando sobre la ropa negra , cayendo sobre el cabello negro y sobre el luto y la sombra.
Caminan juntos. Ella se seca un poco la cara con un pañuelo del bolso, se le ha corrido el rímel dice con tristeza. Llevan los abrigos puestos porque se ha levantado viento. Ahora las mimosas sobrevuelan y algunas caen sobre el estanque. El agua también se agita.
- Me quedaré hasta el jueves con mamá, pero luego tengo que volver. ...Laura, ellos no tienen la culpa, he conocido a la pequeña y se parece a ti, tienes que hablar con ellos, tienes que...
-Serán sus hijos también, pero tú eres mi único hermano.
Toma la mano de Juan con fuerza. La besa. El color amarillo va hundiéndose en el lago. Se encuentran los ojos aguamarina, idénticos. Los ojos de ella en los de él. Aguamarina. Los ojos de papá. Laura. Juan. ¿Quién podría negar la sangre?Alrededor de la pupila resplandece un aro color miel, apenas perceptible, y motas grises salpican el fondo azulado. Sin embargo, Juan observa atentamente, más que cualquier otra vez y juega a las siete diferencias y piensa que él no es así. Aparta la mirada y se frota la sien como si, de pronto, le doliese . Así puede esconder los ojos un segundo, suspirar. Cuando los vuelve a abrir, Laura es la postal de alguien junto a un lago, un perfil cuidadosamente elegido por su serenidad, hermoso y sabio, distante incluso, mirando las flores ahogadas bajo el agua, bajo el agua fría.